Roberto Chale Olarte: “El niño terrible”

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Su andar pausado pero constante, de pasos tajantes, recorrió los gramados esparcidos por la desmesurada geografía nacional y la esfera mundial. Su futbol fino y efectivo, de acento pícaro y toque preciso, con el garbo del vals bailado en salones de alcurnia, reflejaba un semblante pálido amparando la mirada que descubre a un niño afanado en divertirse.

Su fina irreverencia lo hizo diferente, necesario, imprescindible. Un temperamento ahumado en las calles de la histórica y afamada circunscripción de Barrios Altos, y redondeado en los sudores húmedos costaneros de las calles de Magdalena del Mar, lo adueñó de la combinación perfecta: valor estridente y futbol cerebral, mixtura nunca suficiente en el balompié peruano.

Su rendimiento asentado en atrevida bravura y finta atildada, lo distinguió de los demás. La docilidad con el balón, elevada a categoría doctrinal en el fútbol peruano, prescindía, a menudo, del orgullo que requiere la competencia, pero, él instaló la alegría rebelde que hace florecer blasfemias herejes en los templos más sagrados. La Bombonera, en el bonaerense barrio de La Boca, dará fe por siempre de la sublime herejía de un mediocampista ataviado con sus colores patrios. Blanquirrojo.

Roberto Chale: “El niño terrible”, garbo y figura, trote justo, pasé extendido y exacto, humor y simpatía desplegando encanto, amotinando el juego para devolverle a la afición rendimiento, coraje y deleite para su sosiego. Nos legó acuarelas bronceadas, tatuadas, ya, en la memoria perpetua de los aficionados cuyo gozo agranda episodios legendarios. 

Roberto Challe, avivando los colores impostados en su propia ley, se despliega como icono, leyenda viva que revive el entusiasmo de la afición que lo recordará en la fruición de sus ojos, atisbando su solemne trajinar bajo el ondulado mechón rubicundo de cabello ceñido que acaecía en su frente como signo de coraje y pundonor, del futbol como un juego para un pueblo acongojado en la memoria.

Quito, 17 de enero de 2022

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