Mayo 31, Huaraz 1970. Era domingo

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Atmósfera andina untada con altos y secos aires que apretaron mi cuerpo bajo nevados pétreos, pariendo en mis ojos estampas candorosas que, hilarantes, interpelaron la circunspecta realidad, tallando el albo reflejo de fragor risueño y brillante de la nieve circundante. Sombras topacio sujetando los rincones indómitos que cobijan pretéritos al viento que nos exhaló.

Infinita imagen ataviada con la obstinación que te deparó la naturaleza. Albores humanos desgranados por el encantado paisaje, inaudito e incólume. Beso de cielo que seduce el cuerpo… Pero, en el sopor de una calmada tarde tronó el subsuelo. Descarnando clamor de sangre, engulló todas las voces, todas. Arrebolados pueblos enteros arriaron fragorosos su destino. Mástiles montañas de sombras sempiternas bufando al cielo la plegaria insomne poblada de memoria melancólica en dolor.

Era domingo. Cruentos heraldos de lo eterno transportando ariscos músculos que crujen la tierra. Moles densas de sonido estrepitoso, voz disipada lidiando con el sol abochornado, lleno de cielo, testigo alzado en llanto frío y nubes frondosas. Era domingo soleado, espetando serenas brisas serranas y mansos pastos, 31 de mayo, 1970, pasmado el fértil pasado de sueños brillantes, sometidos al capricho intenso del destino.

Era domingo, 31. Trémulos aullaron los enigmas pétreos custodios del agua fogosa de suntuosos lagos agrietados. Rebeldes masas de gemido terminal. Insignes, eternos, efímeros y pendulares en rubor van cubriendo solapadas quejas ardientes, ígneas, como luna embadurnada en metal crocante. Estrellas rezagadas y efímeras, quietas en el polvo que afloja el viento. Mundos enteros desnudados. Destino incierto.

31 de mayo de aire viscoso, tiñendo el sol de luz en polvo, barnizando con dolor y llanto el atardecer. Crepúsculo en sangre y pena… Después, vespertinos cantos, oscuridad doliente, dentadas de piedra bravía, eucalipto erecto, esplendor silente, cándidas costumbres. Te llevas todo. Te miro río que divides sin dolor mi ciudad. Capulí maduro.

Añoro el sábado 30, el domingo matinal del 31, blando y frugal, de familia entera, de veredas inclinadas, angostas calles, adobe colonial, balcones coquetos, grandes iglesias, magnos portales de color y tradición, zaguanes empedrados, grandes patios, barrios amigables. Ladrido endulzado de mis perros. Dulces auroras del destino fresco que mis ojos vieron.

Puerto Principe, 02/12/2015

Máximo Alejandro Maguiña Padilla. Papá Alicho

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Veintinueve de mayo. Celebro el día en que nació mi padre. Han transcurrido más de cien años desde que en Huaraz, su ciudad natal, vio la luz que radiante le anunciaba la vida entera, bajo el cobijo frio del alto ande de ígneas masas blancas que pernoctan en las altas cordilleras del Perú.

Hombre de magistral solemnidad que ejerció con sabiduría su elocuente doctrina; se entregó a los otros con atildada bondad e ilimitada generosidad. Hombre bueno, justo. El hombre más bueno e inteligente que este mundo me ha dejado conocer. Dueño incontestable de su historia y de mi historia. Su inconmensurable legado envuelve de sosiego cada día de mi vida.

He dicho que los padres no tienen que estar orgullosos de sus hijos, que son los hijos quienes deben estar orgullosos de sus padres. La dicha final es hacerte viejo y sentir que tus hijos están orgullosos de ser tus hijos. Es plegar en la mirada la divisa que flamea airada e  incontenible el honor y la dignidad que nos preserva.

En mi mesurada candidez te celebro siempre bajo el signo estricto de tu impecable sobriedad. Eres mi más grande orgullo, tu legado entero en forma y fondo vibra ardiente y proyectado. Tu vida y tu eternidad encienden mi memoria, flota la llama y mi corazón se desborda. El brillo de tu voz abraza apretando mis álgidas nostalgias. Tu sangre, mi sangre en el tiempo que se expande. Tu Palabra, la palabra elocuente. Tu mirada, la luz que se rebela ante el espanto de la sombra.

Te he amado intensamente, siempre, y presiento que no habrá suficiente amor en la atmósfera latente para compensar tanto amor que desplegaste a todos los tuyos dilectísimo y honrado Máximo Alejandro Maguiña Padilla. Feliz cumpleaños Papá Alicho.

Quito, mayo de 2022