Teófilo Cubillas, El Nene

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Trota fino y ligero sobre el césped, su sonrisa brillante marca el gesto y opaca las intrigas del entorno. Emerge sobre el gramado, bajo la blanda luz de la nocturna humedad limeña, con la placidez que se reclama para el género humano. “Feliz de la vida” es su predicado compulsivo y así lo ve la afición futbolera. Ha venido de la periférica Puente Piedra para anclar en La Victoria por siempre.

En la cancha se divierte manejando los tiempos del juego, como un cronometro que mide cada latido del espacio en el que conjuga talento con picardía mental que absorben sus regates en el toque sutil y contundente de su pie diestro. La afición lo advierte, es el amo de la función ofensiva que su equipo reclama, abrillanta el juego con magia y don. Busca, lo buscan. Lleva las medias arremangadas. ¡Ahí va El Nene!, dice el relator. Y tiene gol.

Teófilo Cubillas Arizaga, El Nene, aloja en su cuerpo la nobleza del futbolista puro, enfundado en la seda blanquiazul del Alianza Lima que le envuelve el corazón. Se consagra para siempre con el emblema patrio agigantando su gloria en México 70, el estadio Azteca atestigua su consagración universal. En Argentina 78 el destino lo sitúa en el podio de los que se tutean con la estelaridad.

Tensión en las gradas, el hueso aligerado de su empeine derecho parece deslindarse del metatarso para golpear el balón que viaja cómodo y alivianado pero raudo, como inflamado en helio. Ha previsto el primer palo, ha ensañado a los 5 de la barrera, el portero se estira, pero no llegará al balón que en curva se cuela a la red. Sella la victoria sobre Escocia, el 10 es abrazado por la gloria para siempre. Tiemblan los cimientos del Chateau Carreras de Córdoba. Agoniza el sonido en el eco anudado del gol que se incrusta ahogado en la garganta. Es la apoteosis.

San Salvador, 30 de septiembre de 2023

Eloy Campos, el Doctor

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Desde el populoso y tradicional distrito limeño del Rímac se empina adusta una anatomía de ébano chispeada en marfil, portento sanguíneo que enerva las miradas desperdigadas en las coloridas calles bajopontinas. Son los albores de los años sesenta, la generosidad del fútbol se mastica en los estadios, es pícaro y avispado el juego que se extiende a través de la húmeda atmósfera que el cielo de la ciudad de los reyes desprende.

En los campos recién inaugurados de La Florida resalta el tesón de este lozano mozuelo que con esfuerzo labra su oportunidad. Dedicación y condiciones propias lo apuntalan para debutar en la división de honor del fútbol peruano, ataviado del coraje defensivo con que izará la insignia del equipo de su vida, el Sporting Cristal. Luego, su carrera profesional transitará extensa y airosa, enrumbada por la banda lateral derecha celeste y la mundialista selección blanquirroja de México 70 y toda la década previa.

Es Eloy Campos Cleque, futbolista férreo de temple y pundonor pétreo que enjuaga en cada juego la divisa que defiende. Don Eloy es el bastión que blinda su banda despilfarrando rigor y trascendiendo el estilo. Desglosa adrede su cuerpo que yerto patina sobre las lanceoladas hojas del verde césped, es su legendaria carretilla que levanta el gras, ablanda la metáfora y lo envuelve de fama. Precisión quirúrgica y exhaustividad galena para operar sin bisturí, es el doctor del fútbol peruano, Eloy Campos, leyenda que reina en el engramado quirófano.

Su mirada penetrante absorbe el clamor de la incipiente afición del Rímac que lo eleva enhiesto en el pedestal que la gloria reserva a los ídolos perennes. Eloy, con sus apoteósicos bigotes, se sumerge en la historia del club abrazando su pendón con la prestancia de su jerarquía que se esparce como marca familiar, la saga de los Campos, futbolistas encargados de portar al paso de cada generación su creciente legado. Salud don Eloy!!

San Salvador, 23 de noviembre de 2023