Teófilo Cubillas, El Nene

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Trota fino y ligero sobre el césped, su sonrisa brillante marca el gesto y opaca las intrigas del entorno. Emerge sobre el gramado, bajo la blanda luz de la nocturna humedad limeña, con la placidez que se reclama para el género humano. “Feliz de la vida” es su predicado compulsivo y así lo ve la afición futbolera. Ha venido de la periférica Puente Piedra para anclar en La Victoria por siempre.

En la cancha se divierte manejando los tiempos del juego, como un cronometro que mide cada latido del espacio en el que conjuga talento con picardía mental que absorben sus regates en el toque sutil y contundente de su pie diestro. La afición lo advierte, es el amo de la función ofensiva que su equipo reclama, abrillanta el juego con magia y don. Busca, lo buscan. Lleva las medias arremangadas. ¡Ahí va El Nene!, dice el relator. Y tiene gol.

Teófilo Cubillas Arizaga, El Nene, aloja en su cuerpo la nobleza del futbolista puro, enfundado en la seda blanquiazul del Alianza Lima que le envuelve el corazón. Se consagra para siempre con el emblema patrio agigantando su gloria en México 70, el estadio Azteca atestigua su consagración universal. En Argentina 78 el destino lo sitúa en el podio de los que se tutean con la estelaridad.

Tensión en las gradas, el hueso aligerado de su empeine derecho parece deslindarse del metatarso para golpear el balón que viaja cómodo y alivianado pero raudo, como inflamado en helio. Ha previsto el primer palo, ha ensañado a los 5 de la barrera, el portero se estira, pero no llegará al balón que en curva se cuela a la red. Sella la victoria sobre Escocia, el 10 es abrazado por la gloria para siempre. Tiemblan los cimientos del Chateau Carreras de Córdoba. Agoniza el sonido en el eco anudado del gol que se incrusta ahogado en la garganta. Es la apoteosis.

San Salvador, 30 de septiembre de 2023