Fuego en la piel

Estándar

El color del fuego se contrae bajo la brisa que incesante se estira en el aire. La estridente voz de tu sonrisa contrae la piel que arde en flor, para abrazar las miradas entumecidas por la pálida espiga que hace chispa con afán dilatorio. El fogoso sonido de metal, en adusta complexión de clavija, aprieta cada poro resignado y ambiguo porque debe acarrear el flujo irreverente de la inocua transpiración que se debate somnolienta en el caliente rubor de todas las miradas.

El verbo candente se desliza dilatado en el furgón erguido que transita caluroso por la casualidad elíptica que lo enfrenta al ardor de las llamas sublimes. Danzan como ninfas errantes los sueños virgos, para despertar desesperados tras la ígnea llama que inflamada reverbera insuficiente, pero clamando blanda por los paraísos que esconden los escombros graneados y congelan en escarcha pensamientos y desaires. El desaliento activa los sentidos.

Del amarillo que flamea en azul, florecen supremas ascuas ardorosas e iracundas que ingenuas se ahogan en el regazo transparente y adormecido que afloja las estrías del tiempo, ese infiel invento que nos mide segundo a segundo, en ese afán irreverente de desgranar los azarosos minutos que alteran la aritmética que gobierna la razón perenne. Quemar quisiéramos la herida que supura el dolor del alma flagelada por los dientes del fogoso ardor involuntario.

Dolor que arde y entibia la costra viva donde tu voz se grabó como el tatuaje verde azulino de minúsculos e indelebles trazos que consumen la piel, redimiendo su dolor ante las ignotas brasas de la ira promiscua, estirada por el humo al pervivir en el tiempo, vibrante y destilado para alardear estrepitoso su fina estampa. Impura e incombustible presencia ahoga la pasión en el nublado fragor de la llama altanera que acaricia. Solamente, cenizas han quedado…

Reescrito en San Pedro Sula el 11 de octubre de 2023