Orlando de la Torre “El Chito” – Post Mortem

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Su piel ceñida con la seda blanquirroja exudaba de manera frenética gruesas gotas de sudor empapando el aire de garra, pundonor y coraje para aleccionar. Esculpió los signos de una Raza cincelando pliegues porosos acordes con su carácter sobre el césped.

Inmerso en el entrañable dorsal azul del equipo de su vida, el Sporting Cristal, exhalaba singular fulgor en cada juego, convirtiéndose en el ídolo que permanecerá, cual prócer inmarcesible, en la memoria de generaciones de aficionados que lo vieron jugar y los que, con el devenir del tiempo, escucharán de él.

Técnica y temperamento, pundonor y espíritu, garra y liderazgo, emblema flameante de corazón perseverante e intenso, latiendo encendido, crujiendo rugiente como el león que va siempre al frente. Verbos y adjetivos escasean al contemplar en la memoria el horizonte atisbado de colores diáfanos que reflejan la omnipresencia llena de prestancia y arrojo en “la defensa es colosal”.

Don Orlando de la Torre, “El Chito”, desbordando personalidad, tesón y presencia incólume. Defensa central de proverbial garra y mucha clase, mucha. Dueño de una fuerza pródiga en afán colectivo. Sacrificio solidario para tejer, desde atrás, el juego de equipo que expone aplomo y calidad en el trajín.

Fiel continuador de la estela marcada por eminentes precursores, solemnes defensores centrales, próceres del fútbol peruano. En el brillo de su sudor encaramado en su seca mirada, se aploman los reflejos de su pasión abanicando jugadas que perduran en la retina. Chito La Torre, el zaguero central que enseñó, anticipándose al fútbol moderno, a transitar y transmitir por el césped la ejemplar sincronía entre esfuerzo y clase, requerimiento imprescindible del fútbol.

La tarde del 31 de agosto de 1969 cuelga en nuestros corazones la epopeya de “La Bombonera”. Gracias caudillo gallardo que con hidalguía y temple vestiste de gloria para resplandecer por siempre esa jornada que nos clasificó al mundial de México. Descansa en paz apreciado “Chito”.

Quito, 1 de septiembre de 2022