Los Ceibos serenos de Manabí

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El tono verdoso del cutis que te envuelve, como espuma almidonada en siglos de sol acaecidos al amparo de tus sombras dispersas, desborda la atmosfera agobiante, hincándola con tallos que coronan la gruesa y solemne estatura que configura tu carácter. ¡Oh, ceibo sereno!

Desparramados en distinguida armonía, drenan el cielo apacible los incólumes tallos elevados para tejer, en punto roma, el aire apaciguado que late en espera lamiendo el espacio acostado en el bosque. Son secos meandros que inagotables y excéntricos arengan al tiempo.

Solemne en tu color, ceibo sereno, te desplazas por la carretera empujando infatigable el horizonte adusto que conduce al cielo, cielo que resume tus encantos. Tu trajín rodea de abrazos el monte y junta lapidarios versos en seda tenue, resbalando el alma ausente bajo la caricia delicada que compromete todos los sentidos.

El vigor de la tierra transparenta el sabor de tus raíces retenidas por la acuosa envestida de la senil naturaleza. Tiempos asentados en laderas intensas afloran las décadas de esplendor que la biósfera te atribuye. Sortilegio de vida que se evapora como agua acumulada en venas que infringen tus centurias.

El bosque te sumerge, ceibo, en la estación de paso, para enumerar tus latidos que enmiendan las escenas perdidas en el lacónico paraíso que se acongoja en los márgenes de la carretera, frente a tus ramas encubiertas por la estación que al humedecer tus hojas graba tu destino.

Amodorrados vientos drenan aire en los remilgos de las flores de abundante púrpura, de decoro aterciopelado y de pétalos blancos añorando el rosado. Las estaciones te florecen cuando no te desnudan, pero tu flamígera figura enarbola la luz que adulara siempre a la eternidad.

Tus besos prematuros de blanca madera me avivan cuando, tímido e incrédulo, te observo desde las carreteras ¡Oh, ceibo de Manabí!

Quito, 18 de octubre de 2022

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