Cristal astillado

Estándar

Estalló álgido agrietándole la saliva que le rondaba el paladar y reprimiendo, en sus ojos rasgados en flor, punzadas de dolor despierto que retienen una lagrima estirada. En su voz los gritos se desparramaron como chispa candente que abraza la piel reseca en bronce nocturno. El cristal estallado, deslucido en los retazos de esa elocuente transparencia, renegaba airado por la luz matinal, porque reprime el recuerdo virgen de esos amores presuntuosos. Su llanto meloso se anegaba en el despliegue astillado de los retazos blancos sin color del cristal roto que no le devolvería ya la mirada esquiva.

Cadenciosa la sangre envolvía su herida rasgando la superficie sedosa, desde la que fingía sin pesar el daño anunciado con la ampulosidad de sus gemidos, advirtiendo en señas una costra breve, sumergida bajo la sed casposa de un despertar avinagrado, donde los besos del sol se derrochan leves pero soberbios, empañando de brillo bronce apagado, con su luz, los fragmentos escamoteados del cristal en retazos que le ciegan, turbando su soledad distraída bajo las estrías carnosas, fecundas y embriagadas que pernoctarán adustas dentro de su cuerpo blando en medio de la noche enloquecida.

Sus huellas se crispan granuladas en la sombra, su cuerpo rebota leve y soportable, regresando del miedo reflejado en la memoria del cristal rígido que estalló en los pliegues de su apesadumbrada anatomía; la penumbra estrecha de la pasión desenfrenada sucumbió exasperada en la vigilia de sus amores nocturnos, de brillos suaves, lánguidos y adormecidos, que se postran sumisos en el peregrino retorno de la fecunda soledad que la apretó en la noche frenética de cristales rotos y trozados alumbrando su congoja blanca. El cristal desde sus ojos, mira atónito la fuerza de los vientos que se posa en la herida abierta y paciente de su recuerdo retaceado.