La Lluvia

Estándar

Las tinieblas de un amanecer ungido en mi memoria despiertan los recuerdos que inundan la apretada atmósfera que aletea con vigor el aire, son gotas de lluvia que fue vida frente ríos y mares. El miedo se envanece y grita en gemidos solapados su pesar. Diverge el agua en su modestia lozana y pétrea. Sonidos en el aire, golpe de humo, que arrastra en peso el beso, remedando la noche solitaria en la que vino a esperarnos la mañana.

Miedo en la mañana bajo lluvia alterna y viento frágil, recuerdos de un ayer eterno y distante en cuyo acento sometimos las caricias, también las mieles que regó la lluvia, deslizó el río y profanó el mar. Quiero encontrar tu cuerpo junto al mío, ahogar mis celos en el regazo húmedo que bañó tus ojos con mi llanto. Mírame cuando te ame, escribió el poeta Iwasaki.

Lluvia en miedo, mojado el manto, nadando esclavos, ahogado en mar de seda. Noche que aflige la memoria de un mañana que no llega, que en el sabor de ahogados fríos encuentra su universo, henchido en el tiempo sin memoria. Noche oscura a tiempo, ahorcada de nostalgia, sumida en los partos del camino donde mullidos nos miramos. Detener el deseo y crujir el tiempo en un aliento bajo la flor de loto acaecida, sin voz.

Que nunca amanezca mi penumbra si mi dolor se llevó tu celo, porque tu sangre es mi miedo en río, es piel de mar que fluye, poro cuando hierven tus aguas y gemido cuando tiemblas. Me burlare de las estrellas, porque incluso en el cielo “vale la pena llorar…. cuando es por tí”, así cantaban los románticos en el candor que atizaba las playas. Nos mojaremos juntos en las gotas de la tarde nublada de lluvia en jueves, el aciago jueves que mató a Vallejo en París. El vate.