Ave de Paso

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Ni gavilán ni paloma. Fue águila que agitó el alma en su intenso aleteo extraviado en cada nube. Plume, solapado y socarrón tosió su cuerpo, trepidando en el impío y sombrío horizonte. Animal de enjundia que brilla insigne, propenso y adusto, serio y cervantino, voló dejándonos la sombra que transmiten su alada envergadura.

De garra seca y sangrante, ligero en el alivio y rosado en el sonrojo, lloró en agrio almíbar rugiendo enconado un grito. Pico fino y atónito, que perfilado peleó silbando y esbelto capituló en amargas batallas sin ser pírrico. Cabalgante afortunado de carmín esmirriado en tiempo eterno, envolvió en su alado manto la masa fría de los vientos dorados, que navegan errantes hacia un cielo pintado de fina estampa. Chabuca.

Bípedo de uñas sucias y largas, bravías, entierra en el imperio lastrado su pico altivo. La carne viva, irreverente y trémula añora y pregona los caminos que el Dante describió. De baile en candor, de cuerpo y voz en fuego helado, de raza y fulgor, de erecto plumaje nacido para morir y en su muerte hacerse fénix moldeado en la insolencia icónica. El ave.

Ave prístina de plumaje prudente, al abrigo de noches de invierno cerrado, acerado, besó las húmedas comisuras mutiladas, melosas de las ramas viejas y complacientes en las que posó su vida untada en orgullo, y adobó sus sueños de libertad condicionada. Libertad era un asunto, Piero.

Bípedo plume que acuña las monedas, arrastrado como emblema desde la desidia de su vasto perfil, yace imperecedero en la garganta metálica del tiempo, son argentarios escudos masticables que indemnizan la rocola, que maquinalmente escupe una balada en la que José José aletea nuestros recuerdos al son de “Gavilán o Paloma”. Sí: Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar. G.A. Bécquer.

Puerto Príncipe, 29 de agosto de 2015

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